12 mayo, 2014

La arena del Sahara

"Mi" dromedario
En este viaje me hacía mucha ilusión ir al desierto del Sáhara. Y fuimos.

Aunque estuvimos una semana en Túnez solo tuvimos tres días de excursiones organizadas, es decir con un guía que nos acompañaba en el autobús a visitar diferentes lugares de Túnez. Nuestro guía se llama Sami. Nos contó muchas cosas de los sitios que visitamos y también de las costumbres del país. Era muy interesante, pero al mismo tiempo no nos podíamos salir de lo que Sami había previsto para nosotros.

La primera excursión fue de dos días y al final del primero, después de casi 500 km, 10 horas y unas cuantas paradas llegamos a Douz una ciudad que llaman la puerta del desiertoLa ciudad no la vimos porque nos llevaron volando a las afueras a montar en dromedario por el desierto. Allí estaba preparado el montaje para los turistas: una chilaba y un turbante para cada uno, muy limpios las verdad, y una recua de dromedarios. Para los que no querían cabalgar había unas calesas tiradas por un caballito en las que cabían dos personas. A nuestro alrededor varios jinetes en briosos caballos hacían cabriolas y corrían para que les hiciéramos fotos o fotografiarse con nosotros.

Nuestros camelleros nos llevaron unos centenares de metros más allá de donde montamos y nos hicieron bajar. Estábamos en la misma frontera del desierto, pero no entramos. Pasamos el rato haciéndonos fotos unos a otros, a los camellos y al desierto esperando el atardecer. Mientras los camelleros tumbados en la arena nos miraban fascinados por nuestra tontería. Nuestro grupo era pequeño de solo 17 personas pero había otro de rusos que debían ser unos 50 que llegaron un poco antes y también andaban por allí. Me parece que este tamaño de grupo era lo normal. Mi hermana y yo nos descalzamos para sentir la arena en los pies. Es una arena finísima que no se pega y que cuando la empujas para que caiga por la duna lo hace como si fuera agua.

Cuando los camelleros decidieron que era hora, volvimos a montar y tomamos el camino de regreso viendo el atardecer. Uno de los camelleros soltó el dromedario de mi hermana y anduvo un rato sola como si lo hubiese hecho toda la vida. Al llegar al punto de partida se devolvieron las chilabas y los turbantes y compramos la foto que nos hicieron al subir al dromedario. Sami intercedió por nosotros y nos la dejaron en 3 dinares en lugar de 4. Nos tenía muy cuidaditos.

Después de esto fuimos al hotel a dormir y a la mañana siguiente hicimos el segundo día de excursión. Y esta vez sí que vimos el desierto de cerca. Pero eso lo contaré en la siguiente entrada, de momento dejo aquí abajo las fotos de esta aventurilla.


Los camelleros
Los jinetes
La recua de dromedarios
Una calesa al fondo
El desierto y el grupo
Nosotras en una duna
Huella de dromedario y mi pie
Regresando

Atardecer









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